miércoles, 25 de agosto de 2010

Comprensión



Aquella noche contemplé la belleza de tus ojos,
Y supe que por fin te habías ido.
Vi tu sonrisa explicarme sin hablar,
Sentí que por primera vez te había liberado.
Deje de lado el rencor, deje de lado el dolor,
Me olvide de recordar y tan solo te vi como eras…
Libre.
Otro ser humano disfrutando su viaje,
Alguien con un punto de vista completamente diferente del mío,
Ni mejor, ni peor,
Asombrosamente desigual.
Y lloré y reí.
Un poco por pena, por haber tardado tanto en ver,
Y otro poco por alegría, por haberme dado cuenta al fin.
Aparecí un río caudaloso frente a mí,
Y allí te dejé sobre una balsa decorada,
Coloqué flores, encendí una vela,
Y oré por tu espíritu inmortal encadenado.
Me quedé de pie,
Observando tú fluir entre las rocas,
Nada había de penoso,
Nada había de macabro,
Solo la satisfacción de honrarte a mi manera.
Allí me quedé hasta que fuiste desapareciendo en la inmensidad de las aguas,
Empequeñeciendo a mi vista,
Y agigantándote en mi corazón.
Todo estaba hecho al fin.
Cuando el sol cayó y la noche deslizó su manto de brillantes,
Regresé a mi vida,
A retomar el hilo de aquello que descuidé por ignorante.
¡Jamás morirás!
¡Jamás vivirás!
Existirás por siempre…
Como yo…
Como todo…

Huenupán

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